Percepción de la Naturaleza


A Eugene Chudnovsky, catedrático de Física de la Universidad de Nueva York y experto en superconductores, le encanta recordar la anécdota de la que fue testigo en un congreso de la Academia de las Ciencias Soviéticas. Aquella tarde, el director de la Academia, el todopoderoso Lysenko, defendía la postura oficial del régimen estalinista a favor del Lamarckismo -"la función crea órgano"-, frente a la teoría de la selección natural de Darwin:

- Si tuviéramos la perseverancia de cortar las orejas de las vaquillas cuando nacen, generación tras generación, al cabo de un tiempo, las vacas nacerían sin orejas.

- Profesor Lysenko - pregunto tímidamente un joven científico anónimo, desde el fondo de la sala-, de ser cierto que cortando sistemáticamente, generación tras generación, las orejas de las vacas, estas acabarían naciendo sin orejas, ¿cómo se explica que todas las jóvenes de la Unión Soviética sigan naciendo vírgenes?


El jolgorio fue generalizado y marcó el principio del fin del lamarckismo en la Unión Soviética.

La función del científico es dudar: dudar de lo establecido, cuestionar la imagen aceptada de la Naturaleza, bucear en su complejidad y no creerse nada a priori (ni tan siquiera nuestra propia visión de ella).
La historia está llena de dramáticos vuelcos a la realidad o, mejor dicho, a nuestra percepción de ella (la realidad probablemente será otra cosa). Tras siglos y siglos creyendo que la Tierra era el centro absoluto del Universo, la humanidad tuvo que aceptar que habita un planeta medianito que gira alrededor del Sol. Este, a su vez, abandonó su trono para convertirse en una estrella corriente en la periferia de la Vía Láctea, una galaxia como tantas en la infinidad de un Universo que, por cierto, finalmente dejó de tener "centro". Y ahora, para colmo, estamos compuestos de un ingrediente poco común en el Cosmos, un tipo de materia que apenas constituye el 4% del Universo. El resto es "algo" que denominamos materia y energía oscura, una manera de bautizar nuestro desconocimiento.

Pero no hay que irse a los confines del Universo para encontrar cambios radicales de paradigma: solo en un siglo hemos relativizado el tiempo y discretizado la energía, nos hemos convertido en máquinas que transportan genes que luchan por perpetuarse y, quizás, deberíamos comenzar a pensar en la Tierra como un gigantesco organismo vivo, tal y como Lovelock lleva años defendiendo. A medida que profundizamos en nuestra percepción de las cosas, surgen nuevas ideas, otras se modifican, algunas se amplían y muchas se arrinconan o destruyen. La Ciencia está viva y cada vez más alejada de aquella lapidaria frase de Lord Kelvin: "No queda nada por ser descubierto en el campo de la física actualmente. Todo lo que falta son medidas más y más precisas".

En esta tercera noche de ciencia dudaremos de nuestra percepción. Trataremos de desentrañar la naturaleza de las mencionadas materia y energía oscuras. Volveremos a nuestro planeta para revisar el mundo microbiótico y, como plato final, atenderemos al origen de un nuevo paradigma, una nueva visión del hombre capaz de aunar la Ciencia y las Humanidades: la neurocultura.


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