Breve historia del IAA

La década de los setenta puede identificarse, sin lugar a dudas, como el momento en el que comienza el auge de la astronomía moderna en España. Los nuevos telescopios que se están fabricando entonces en Europa deben ser instalados en lugares excelentes para que la observación astronómica se lleve a cabo en óptimas condiciones, lo que coloca a nuestro país en una situación de privilegio. El Reino Unido, Alemania, Suecia y Holanda, entre otros países europeos, comienzan a interesarse por las condiciones astronómicas de algunas regiones y, poco más tarde, inician negociaciones con el Gobierno Español para tratar de establecer los correspondientes acuerdos de colaboración en el ámbito de la astronomía.

Algunas zonas de las Islas Canarias y del Sureste de la Península destacan claramente entre un conjunto muy amplio de lugares potencialmente interesantes, y es en ellas donde comienzan a instalarse los grandes complejos observacionales europeos del Hemisferio Norte. La Palma, Tenerife, Almería y Granada constituyen las respectivas sedes de los observatorios más importantes de Europa. Sin embargo, la situación de las actividades astronómicas en España era por entonces muy precaria, a pesar de que a mediados de los años sesenta se había iniciado ya un intento de modernización del sector. Tanto en Canarias como en la Península se habían llevado a cabo notables esfuerzos para tratar de revitalizar viejas instalaciones (caso de Granada con el Observatorio de Cartuja), o de reconducir otras más recientes hacia líneas de trabajo más novedosas y competitivas (caso de Canarias con el Observatorio del Teide). De cualquier forma, estas acciones se realizaron en condiciones muy poco favorables y su alcance no llegó a traspasar unos límites modestísimos que en nada hacían suponer un cambio tan importante como el que se produjo.

Este tipo de razones subyacía en el planteamiento que en el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) se hacía a la hora de abordar la posible potenciación de una disciplina tradicionalmente muy modesta dentro del Patronato "Alfonso el Sabio", por entonces en pleno vigor. La existencia de pequeños y activos grupos de investigación en la Universidad de La Laguna y la Universidad de Granada resultó ser un factor decisivo a la hora de que el CSIC decidiese la creación del Instituto de Astrofísica de Canarias (IAC) y del Instituto de Astrofísica de Andalucía (IAA), con sedes en La Laguna (1974) y Granada (1975), respectivamente.

En lo que a Granada se refiere, el CSIC había venido apoyando desde los años sesenta un intento llevado a cabo por la Compañía de Jesús, propietaria del Observatorio de Cartuja. Este observatorio, fundado en 1902, disponía en esa época de una estación de montaña situada en Sierra Nevada, en el Mohón del Trigo, a 2.605 m de altitud, que contaba con un pequeño telescopio Cassegrain de 32 cm de apertura que era utilizado conjuntamente con el Royal Greenwich Observatory (RGO) (Reino Unido) para llevar a cabo estudios de fotometría estelar. Disponía también la estación de un fotómetro automático, propiedad del Max Planck Institut für Aeronomie de Lindau (Alemania), cuya finalidad era la de proporcionar medidas de las emisiones del oxígeno atómico atmosférico para estudiar los fenómenos de luminiscencia nocturna.

En 1972 se estableció un convenio entre la Compañía de Jesús y la Universidad de Granada, en virtud del cual el Observatorio de Cartuja pasaba a depender de la propia Universidad, convenio que continúa vigente en la actualidad.

Hasta 1975 se habían llevado a cabo en el Observatorio de Cartuja tres tesis doctorales y cuatro de licenciatura. En esa época, se había convenido ya la creación del Centro Astronómico Hispano Alemán de Calar Alto (Almería), a la vez que habían sido establecidas las bases para la construcción del Observatorio de Pico Veleta, estación de observación del Institut de RadioAstronomie Millimetrique (IRAM), en una zona próxima a la estación del Observatorio de Cartuja.

La propuesta de creación del IAA, realizada por el CSIC en Julio de 1975, tomaba en cuenta esta situación y, apoyándose en ella, asumía, como uno de los factores clave para que el nuevo Instituto pudiese adquirir una personalidad científica, la necesidad de disponer de medios propios de observación que, aunque modestos, pudieran permitir la realización de programas intensivos sobre líneas de investigación propias. Ello permitiría una notable independencia de criterios, así como una optimización del uso de los grandes telescopios accesibles en otros observatorios una vez que los medios observacionales propios hubiesen sido usados hasta el límite de sus posibilidades.

Naturalmente, esto no constituía una forma exclusiva de actuación, pero sí la preferente. Únicamente trataba de subrayar la necesidad de aportar puntos de vista propios en este campo de la actividad científica, lo que se consigue con más facilidad si se dispone de instrumental, infraestructura y capacidad de actuación propias, independientemente de las necesarias e importantes colaboraciones con otros centros.

Siempre que se ha hecho referencia explícita a los primeros momentos del IAA, se ha destacado la dureza del punto de partida, así como la de los primeros pasos de su andadura. Al contrario de lo que sucedía en La Laguna, la Universidad de Granada no participó como tal directamente en el proyecto del IAA, con lo que el Instituto -sin infraestructura propia, con una mínima dotación económica, con muy escaso personal y sin un lugar físico en el que albergarse- puede decirse que partió de cero.

Después de múltiples dificultades, en febrero de 1976, el IAA encuentra una sede provisional en el Palacio de la Madraza de Granada, edificio en el que Yusuf I creó en el siglo XIV la primera "Madraza" árabe, traducción islámica del concepto de Universidad al uso en la Europa cristiana, y que fue remozado posteriormente en función de los diferentes usos a los que fue adscrito a lo largo de la historia.

En esta sede provisional el IAA continuó creciendo poco a poco en personal contratado y becario, resolviendo con buen ánimo las muchas dificultades que en cada momento surgieron y llevando a cabo un trabajo que nadie duda en calificarlo como excelente, a la vez que enormemente generoso.

La disponibilidad de instrumentos de observación propios se resolvió mínimamente por medio de un acuerdo establecido entre la Universidad de Granada y el CSIC, en virtud del cual todos los instrumentos disponibles en el Observatorio de Cartuja quedaron a disposición del IAA sin restricción alguna, a la vez que se habilitó una vía de colaboración científica entre el personal del IAA y el de la Universidad. Gracias a ello se pudo disponer de medios de observación propios que, aunque modestos, permitieron al IAA superar con éxito la idea de instituto de investigación moderno que se pretendía.

Es de destacar también en esta etapa el enorme esfuerzo llevado a cabo para crear un grupo de instrumentación cuya finalidad era la de comenzar a trabajar en proyectos espaciales referidos a medir in situ emisiones de la atmósfera por medio de cohetes de sondeo. Los resultados obtenidos desbordaron las mejores previsiones, iniciándose así tareas que hoy han sido ya plenamente acreditadas en nuestro Instituto.

En 1978, el IAA se trasladó, también de forma provisional, a uno de los edificios que el propio CSIC posee en Granada, situado dentro del complejo de la Estación Experimental del Zaidín (EEZ).

La necesidad de poseer unas instalaciones observacionales propias se concretó en sendas negociaciones con el Royal Greenwich Observatory (RGO) y el Observatoire de Nice que finalmente fructificaron en sendos convenios entre el CSIC y el Science & Engineering Research Council (SERC) inglés, por una parte, y el propio CSIC con el Centre Nationale pour la Recherche Scientifique francés, por otra. Así, el CSIC se comprometía a la construcción del Observatorio de Sierra Nevada (OSN) en la falda del Pico Veleta y las instituciones extranjeras en contrapartida cedían sendos telescopios, de 60 y 75 cm respectivamente, para ser instalados en dicho observatorio y ser explotados conjuntamente. Esta situación llevaba consigo también la necesidad de que el IAA hubiera de procurarse nueva instrumentación, parte de la cual sería desarrollada dentro del propio Instituto.

Al mismo tiempo se fueron cimentando los esfuerzos ya realizados anteriormente con objeto de que las actividades del Centro pudieran ser llevadas a cabo en instalaciones definitivas en la ciudad de Granada, específicamente adaptadas a las peculiaridades de un instituto de astrofísica volcado hacia el futuro. Así, el CSIC, finalmente, aprobó la construcción de un edificio en unos terrenos que la propia institución poseía, cerca de la carretera de acceso a Sierra Nevada, para así facilitar el acceso desde la ciudad de Granada al Observatorio. Este edificio fue inaugurado en 1986 y, desde entonces, ha ampliado ya sus instalaciones debido a las necesidades de todo tipo que han ido apareciendo.

La situación del OSN, aunque mejor que la que inicialmente se afrontó en el Observatorio de Cartuja, distaba mucho de ser satisfactoria, por lo que también en este campo se trató de conseguir una solución duradera, ya que no definitiva. Se empezó a pensar en disponer de instrumental básico de observación que fuese propiedad del Instituto para que éste pudiera llevar a cabo las tareas de investigación sin estar sometido a condicionamientos técnicos derivados por las cada vez más bajas prestaciones de los viejos telescopios disponibles.

La idea tomó cuerpo definitivamente cuando, después de unos contactos iniciales, se pudo precisar un programa en el que el CSIC y la Academia China de las Ciencias se comprometían a colaborar en la construcción de dos telescopios de 0.9 y 1.5 m, respectivamente, y los equipos de control correspondientes, en unas condiciones económicas muy favorables para el CSIC. Firmados los correspondientes acuerdos en 1987, la instalación de los dos telescopios en el OSN comenzó en el verano de 1991.

Con la instalación de los dos nuevos telescopios parece ponerse punto final a una primera fase de dotación de instrumental de carácter básico, colocando al IAA en disposición de afrontar los nuevos retos científicos y técnicos que le son propios.

 

Comisión Nacional de Astronomía