Contrapuntos - Pepa Masegosa

“La ciencia ha avanzado más gracias a la colaboración entre gente, haciendo un trabajo sistemático, y no tanto a ideas brillantes”

09/02/2022

Hagamos un ejercicio de imaginación. Cuando pensamos en cómo debe ser un científico nuestra mente recrea una imagen muy clara: varón con gafas y mirada que encierra un aura de cierta locura, pelo despeinado y aspecto desgarbado, con pocas o nulas habilidades sociales y desprecio hacia todo aquello que no guarde una mínima relación con la ciencia… un chollo, vamos. Y nada más lejos de la realidad; la ciencia la hacen personas de distintas edades, sexos, procedencia y motivaciones. El cine y la literatura nos han hecho un flaco favor a la hora de crear este estereotipo del científico loco en el imaginario popular; toda la diversidad de la sociedad parece quedarse a las puertas de la Academia, como si la ciencia fuese algo externo a la humanidad. Tenemos, por un lado, la vida; y al otro están los que tratan de entenderla.

Contrapuntos ((*)

1. Contraste que se produce entre dos cosas que suceden simultáneamente o que se hallan juntas.
2. Desafío poético entre dos o más cantores que, acompañados con un instrumento, improvisan versos tratando de superar cada uno la originalidad o el humor del otro.
(*) 3. Técnica de improvisación y composición musical que busca la relación existente entre dos o más voces independientes con la finalidad de obtener cierto equilibrio armónico.

Contrapuntos es el relato de aquellos y aquellas que derriban los tópicos a golpe de rebelión ante aquello que deben y no deben ser, dentro y fuera de la ciencia. Al igual que una orquesta y su infinidad de matices, la armonía existe en la ciencia gracias a quienes aportan colores singulares. Esta es su historia.

 

El contrapunto de...Josefa Masegosa

 

Pepa es de esas mujeres-tornado que irradian energía y fuerza allá donde van. Sin embargo, cuando toca hablar lo hace tranquila, como si no existiese nada más que la conversación que mantenemos en ese instante, como si tuviera todo el tiempo del mundo para explicarme quién es ella en una cafetería del centro de Granada. Josefa Masegosa (Oria, Almería, 1957) es, además de muchas otras cosas, astrónoma. Desde hace años acude cada día al Instituto de Astrofísica de Andalucía para estudiar los núcleos de las galaxias activas dentro del Departamento de Física Extragaláctica del centro. Al igual que la ciencia es un continuo en su vida, también lo es su activismo y su entrega para lograr la igualdad de la mujer, dentro y fuera del mundo científico. Ayer, hoy y siempre, para que otras tengan lo que a ella le faltó.

 

 

En una entrevista al Comercio en 2011 planteaste lo siguiente: “A pesar de que hay muchas estudiantes de Física, muy pocas se convierten en científicas. Faltan modelos femeninos”. Han pasado diez años desde tu declaración. ¿Ha dado tiempo en una década a que esta realidad cambie?

Pienso que sí. La situación es mejor, y se pueden encontrar más modelos, pero también creo que queda mucho por cambiar. La carrera investigadora es una carrera de obstáculos para una mujer que quiera abrirse camino en el mundo de la ciencia, y en general los referentes que tienes son más masculinos. Si tienes mucha ambición y quieres llegar a puestos altos, ahí está muy vetado el tema. El porcentaje de mujeres en física como profesoras de investigación, aquí o en Europa, no llega al 20 %, mientras que en las universidades sí que hay un 50 % de mujeres. Yo siempre digo que es como si se nos congelara el cerebro: en la carrera nosotras solemos sacar mejores notas, pero a medida que vas avanzando, quieres hacer una tesis, empieza a caer el número de mujeres. Para mí, uno de los mayores dramas es la ausencia de mujeres en la Academia.

 

Y en el caso de las astrónomas… ellas lo han tenido difícil desde siempre. En el pasado se les denegaba el permiso para acudir a los grandes observatorios, siendo Vera Rubin la primera mujer admitida como observadora en el Monte Wilson. A día de hoy la discriminación de la mujer en el mundo de la investigación científica parece más sutil, pero sigue existiendo. ¿En qué aspectos crees que se sigue manteniendo este hándicap?

Tampoco creo que sea tan sutil. ¡Vamos a ver! Se sigue utilizando un lenguaje no inclusivo. Yo no me siento incluida con el masculino genérico. Hay una diferencia notable a la hora de invitar a una persona a la hora de dar una charla dependiendo de si eres mujer u hombre. El tema ahora es que a nadie se le ocurre decir que no es feminista. “¡Yo soy feminista, voy a apoyar a las mujeres!”. Otra cosa es que las mujeres se vean apoyadas. La aproximación suele ser paternalista. Bueno, pobrecitas, vamos a invitarlas…¿No? O es incluso pensar que tú estás aquí porque te ha tocado por cuota. Yo siempre digo que no me siento dañada porque me digan “mujer cuota”. Lo defiendo, porque cuando hay una injusticia hay que usar cuotas. Los micromachismos siguen estando, los modelos de mujer que se venden no son realistas, y eso ocurre también en la ciencia.

 

Y estos estereotipos, muchas veces ligados a que la mujer se tiene que dedicar a los cuidados… ¿nos limitan a la hora de decantarnos por estudiar o no otras carreras de ciencias, como matemáticas o física?

Claro, ese mensaje cala. Vemos a muy pocas mujeres ingenieras. En el imaginario popular los ingenieros son hombres. Tenemos esos ecos inconscientes de los que no nos damos ni cuenta, pero afectan, y debemos actuar para poner remedio a esto desde edades muy tempranas, donde todavía no se ha decidido el camino curricular.

 

Y esto ocurre también a otros niveles más altos, ¿verdad?

Sí, y ahí no solo entra en juego el hecho de que seas o no mujer. También importa tu procedencia. Un amigo me preguntaba no hace mucho que cómo hacía para hacerme oír en Europa, siendo mujer y española. Muchas veces no te toman en serio.

 

 

¿Crees que hace falta que se trasladen los debates de la sociedad a la ciencia también?

Sí, y de hecho ya se tiene en cuenta, aunque siguen pasando estas cosas. Cuando yo acudí a mi primer congreso era la única mujer presente, y estamos hablando del año 85. Todo el mundo te mira; eres diferente. Y había dos maneras de enfrentar esto: podías masculinizarte, que era una posibilidad, para que te prestaran atención. Y entonces te encontrabas en los congresos a mujeres asexuadas. Y luego estaban aquellas mujeres que iban como les daba la gana.

 

¿Y tú en qué grupo estabas?

Yo siempre he llevado pendientes grandes y me he pintado los labios. Recuerdo un congreso del 92, en Cambridge. Una buena amiga, bien considerada dentro de la academia, me invitó a que hiciera de chair en una sesión. Le protestaron porque yo iba “inapropiadamente vestida”: llevaba escote. Ahora esto se ha normalizado, ya no te tienes que disfrazar, puedes ir tal como eres y se te acepta, más o menos. Afortunadamente se van dando pasos, pero muy despacio. Y todo dependerá de cómo evolucione la sociedad, porque igual que se ganan derechos también se pierden, y eso no lo podemos olvidar nunca.

 

Reivindicas mucho el derecho a ser mediocres: no porque seamos científicas debemos ser Marie Curie. ¿A qué crees que se debe esa necesidad de sobresalir y la autoexigencia de muchas investigadoras? ¿No queremos o no podemos permitirnos ser mediocres?

Yo estoy rodeada de un montón de hombres que no tienen dificultad para hacer una carrera científica y que no tienen la necesidad de sobresalir, pero a mí se me exige un nivel diferente, hay dos varas de medir. No hay que ser Margarita Salas. Isabel (Márquez) dice que la ciencia es como un ejército; tiene que tener generales y tiene que tener tropas. No tenemos que ser todos generales. Puedes y tienes el derecho a hacer ciencia de forma más tranquila, sin tener ideas brillantes. Creo que la ciencia ha avanzado más gracias a la colaboración entre gente, haciendo un trabajo sistemático, y no tanto a ideas brillantes. ¡Yo defiendo mi derecho a ser mediocre! A ser yo, dentro y fuera de la ciencia. No es que premie esa mediocridad en la ciencia, pero sí que creo que tenemos que ser normales. Tengo una amiga que, cada vez que contratamos a una becaria, siempre la llamo y le digo: “Búscame a una de las que a mí me gustan”. Y ella me responde: “Personas normales, ¿no?”, (ríe). Creo que, en cierta manera, Einstein nos ha hecho un flaco servicio, y es tener “complejo de genio”. Hay gente que sale de la facultad pensando que es como Einstein. Y a ver si se le ocurre la idea brillante. A mí no me gusta esa gente, me atraen más aquellos que quieren aprender, sin más expectativas. No quieren descubrir algo, quieren aprender.

 

¿Cuál es la historia detrás de tu compromiso con la mujer en la ciencia?

Cuando a mí me preguntan desde cuándo soy feminista siempre respondo que desde que soy pequeña. Vengo de una época en que a las mujeres no nos enseñaban matemáticas. Era así. En el colegio nos dedicábamos a coser y a rezar. Yo crecí cuando todavía existían las escuelas segregadas, de modo que los niños aprendían unas cosas… y nosotras otras. Yo no me daba cuenta de esto, hasta que un día hubo un accidente en la escuela en la que yo estudiaba, de modo que me llevaron al otro colegio. “¡Dios mío! ¡Pero si aquí les enseñan otras cosas!” Eso fue lo que pensé. Yo era buena en matemáticas, me encantaban los números, y en ese momento me di cuenta de que el mundo no era justo. También influyó el ambiente en mi casa. Tenía un padre con un pensamiento bastante avanzado para esa época. Desde que era muy pequeña él me decía que yo necesitaba formarme para no tener que depender nunca de nadie. Eso se me grabó. Y luego estaba mi madre, que siempre me recordaba que nadie podía ponerme barreras. Creo que fui afortunada; desde los ocho años (y tengo 64) tengo esa consciencia feminista. Allá donde haya injusticia hay que actuar, y en el caso de la mujer en la ciencia está clarísimo. Por eso yo creo y defiendo las acciones de discriminación positiva. Hay que paliar la pérdida de talento

 

 

El feminismo desde que eras pequeña, entonces. Y la astrofísica, ¿desde cuándo?

Pues fue una especie de casualidad. Como te dije, me gustaban las matemáticas, y también la física. Se me daba bien; era el terreno en el que yo me sentía cómoda. Me atraía aquello de tratar de explicar los fenómenos de la naturaleza, lo que ves. Cuando llegó el momento de decidir a qué me quería dedicar solo me planteaba esas dos opciones, y finalmente opté por la física. Ya en la carrera me di cuenta de que me atraía bastante la parte teórica, pero un profesor me recomendó unas becas para viajar a Reino Unido y cursar un máster en astronomía. A mí en ese momento me daba igual. Si me hubieran dicho “vete a cuidar cocodrilos al Nilo” lo habría hecho igual. Y allá me fui. La primera vez que montaba en un avión, y a todo esto, sin saber absolutamente nada de inglés. Ahí descubrí la astronomía y empecé a sentirme atraída por ella. Pude elegir trabajar en galaxias activas haciendo análisis observacionales de una galaxia en el ultravioleta, y a partir de ese punto la pasión por la astronomía quedó garantizada.

 

Pepa, ¿qué demonios es un AGN?

Para entenderlo bien tenemos que situar a los AGN en su contexto histórico. En la década de los 60 se observó un objeto astronómico muy brillante. Al principio los investigadores pensaban que se trataba de una estrella, pero brillaba demasiado para tratarse de un cuerpo de origen estelar. Cuando tomaron un espectro se encontraron con unas propiedades rarísimas, con unas líneas de emisión muy grandes y anchas. Y alguien se dio cuenta de que en realidad era una galaxia. Años antes el astrónomo Carl Seyfert había tomado varios espectros de galaxias, y guardaban mucha relación con el espectro de aquel objeto. Normalmente en la ciencia las cosas ocurren en paralelo. El físico ruso Zeldóvich había hecho una propuesta sobre la existencia de agujeros negros en el centro de ciertas galaxias para explicar el origen de toda la energía que se observaba después en los espectros; la materia que se acercaba lo suficiente al agujero negro se aceleraba formando un disco de acreción, y se emitían partículas relativistas altamente energéticas. Aquello cuadraba, y esos cuerpos se llamaron cuásares por su apariencia cuasi estelar.

 

Bien, tenemos el contexto. Ahora háblame de tu línea de investigación en el IAA-CSIC.

Mis primeros trabajos se basaban en estudiar estas galaxias y sus propiedades para poder calcular cómo debía ser ese disco de acreción capaz de radiar toda aquella energía que luego se veía en el espectro. En mi grupo, ya en el IAA, estudiamos galaxias activas pero de baja luminosidad. Sabemos que son activas porque las observamos en rayos X, lo cual lleva implícito que tienen que ser bastante energéticas, de billones de grados, y la única forma de explicar esta energía es debido a un disco de acreción de un agujero negro en el centro de la galaxia. Ahora hacemos un trabajo sistemático, estudiando distintas galaxias para entender en qué momento de la vida de una galaxia se producen estos eventos tan energéticos. Si son procesos externos, por ejemplo dos cúmulos que chocan formando un agujero negro; o si son procesos internos, si ese es el camino natural de todas las galaxias. Por ahora parece que casi todas las galaxias tienen un agujero negro, y parece que todas pasan por una fase activa.

 

Después de tantos años centrándote en esta línea de estudio, ¿sientes la misma fascinación por aquello que investigas?

Cada vez más. Uno de los problemas que uno se plantea con mi edad es: “¡Que no me va a dar tiempo!” ¿Cómo voy a hacer todo lo que quiero hacer? ¿Cuándo lo hago? El conocimiento va avanzando, un caso claro es el James Webb. Y todos los instrumentos que se están diseñando y que sin duda serán ventanas al universo… pueden enseñarnos mucho sobre aquello que estudiamos. Sin embargo, yo no sé si veré SKA (Square Kilometre Array), o al menos no sé si estaré tan activa. A medida que descubres necesitas saber más. Si pierdes esa ilusión estás muerto. Todos los que nos dedicamos a la ciencia hemos tenido momentos de no entender, de no saber en qué te estás equivocando ni cómo abordarlo. Y lo que es un drama es que el ritmo de entrada de investigadores a un puesto permanente esté, aquí en España, en gente de cuarenta y cinco años, porque el período en el que más prolífico suele ser un científico es a los treinta y cinco, mucho antes. Mi generación puede aportar experiencia. Nos puede resultar fácil explicar algo porque estábamos allí cuando se descubrió, pero lo más importante es compartir ese conocimiento. Por eso a mí me gusta tener a mi alrededor a la gente joven, gente tremendamente motivada y a la que tú puedas transmitir un poco de lo que sabes. Ese es el legado que tú puedes hacer, de modo que creo que el entusiasmo por la ciencia yo creo que no se acaba.

 

 

¿Te consideras afortunada?

Siempre he pensado que he tenido mucha suerte en la vida. La mitad del tiempo de tu vida lo pasas trabajando, de modo que tener un trabajo que te divierte, ¡y que además te van a pagar por hacerlo! Eso es ser muy afortunado.

 

¿En qué aspectos crees que ha cambiado el mundo de la investigación científica desde que tú comenzaste tu carrera hasta ahora?

Yo creo mucho en las dinámicas de los grupos de investigación. Y el problema es que estos grupos no tienen estabilidad. Cuando llegamos los primeros científicos al IAA estuvimos mucho tiempo trabajando como becarios. Pero éramos becarios meritorios, trabajábamos gratis. Creo que ahora esta situación se da mucho menos. Se invierte mucho más en ciencia, pero sigue siendo una asignatura pendiente en España. La ciencia es la última de las prioridades de los gobiernos. Si comparas los presupuestos de defensa con los de ciencia o educación te asustas. No sé si es más difícil o más fácil abrirte paso ahora. Cada uno tiene unas vivencias diferentes. Yo creo que una vez comenzabas tu carrera investigadora antes era más sencillo alcanzar la estabilidad. Yo pertenezco a la primera generación de astrónomos extragalácticos de España, y en esa misma línea entraron muchos otros investigadores, aquí y en Canarias. En esa misma época nacieron las primeras instalaciones telescópicas de La Palma y Calar Alto. En aquel momento era fácil vender la necesidad de incorporar astrónomos al equipo. A mí no me costó conseguir un puesto permanente, pero fue una época histórica. Había que formar astrónomos. Pero la primera entrada al mundo de la investigación fue terrorífica, daba clases particulares como una loca para poder mantenerme y seguir trabajando.

 

¿Qué herramientas te ha aportado la ciencia en tu vida diaria?

Me ha hecho ser muy observadora. A ser creativa y a estar siempre desarrollando la imaginación. Me ha ayudado a no creerme todo lo que me digan y a cuestionarlo todo.

 

¿Qué es lo que más disfrutas de tu trabajo?

Cuando todo encaja. Creo que en ese momento hay una descarga de adrenalina tremenda. Tienes una idea, ¡y funciona!

 

¿Qué hubieras sido si no te hubieras dedicado a la astrofísica?

No lo sé. Creo que me hubiera dedicado a la ciencia de todos modos. Siento mucha envidia de aquellos que se dedican a estudiar el cerebro, creo que es un mundo fascinante. A lo mejor…

 

Dime una faceta de ti que la gente con la que trabajas desconoce

Me conocen. Soy muy transparente, pero quizás a lo mejor no conocen mis momentos de enfado, porque en el trabajo suelo tener bastante autocontrol. No me sale el “genio Masegosa”.

 

¿Cuál ha sido el momento más feliz de tu vida?

No me gusta la felicidad como concepto. Ni la filosofía de que hay que ser felices siempre. Momentos felices ha habido muchos, pero a mí me gusta el hecho de sentirme satisfecha todos los días. Quizás para mí hubo una época de muchísima efervescencia, de muchas ideas, por eso defiendo que la gente entre y se estabilice joven. Con cuarenta años tuve un año completamente eléctrico, de producir ciencia.

 

Si ahora mismo tuvieras delante ahora mismo a la Pepa que acababa de iniciar su carrera científica, ¿qué consejo le darías?

Que no se deprimiera. Que creyera más en ella. Las mujeres luchamos toda la vida contra nuestra autoestima.

 

¿Qué deben aprender los investigadores senior de los junior?

La ilusión. Un senior puede pensar que ya ha cumplido con su labor, pero debemos aprender a no perder esa ilusión.

 

¿Quién es, para ti, uno/a de los imprescindibles del IAA?

Pilar López de Coca. Ella se jubiló hace unos años, pero para mí ha sido imprescindible. El IAA existe tal y como es gracias a Pilar. Una persona de esas que conoces una vez en la vida.

 

 

Esta entrevista ha sido realizada por Lucía Casas dentro del programa de ayudas CSIC-FBBVA Comunicación Científica.

Contacto: 

Instituto de Astrofísica de Andalucía (IAA-CSIC)
Unidad de Divulgación y Comunicación
Lucía Casas Piñeiro - luciacasaspineiro[at]gmail.com

Programa de ayudas CSIC-FBBVA Comunicación Científica.
https://www.iaa.csic.es
https://divulgacion.iaa.csic.es